Marcel Proust escribió: “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras sino en tener una nueva mirada”
Esta cita de Marcel Proust ilustra bien la esencia de lo que hoy vamos a considerar aquí: la reestructuración.
El concepto de reestructuración adquiere diferentes matices según hable un arquitecto, un físico, un terapeuta o bien se considere desde la perspectiva de un grupo humano, como la familia, o se hable de un objeto material. En psicoterapia podemos decir que reestructurar significa cambiar el propio marco conceptual o emocional en el que se experimenta una situación y situarla dentro de una estructura que aborde lo mismos hechos de un modo mejor, cambiando por completo el sentido de los mismos.
Desde el punto de vista de la etimología, el verbo reestructurar apunta a la idea de modificar la estructura, bien sea de algo material, como un edificio, o bien de algo abstracto como podría ser un proyecto. Conlleva pues la idea de cambio estructural.
Podemos cambiar un objeto, un proyecto también, pero cabe hacerse la pregunta ¿es posible cambiar la realidad? El siglo XX supuso una auténtica revolución para el concepto de realidad. Desde la cibernética y las premisas de Heinz von Foerster, que sentó las bases del constructivismo radical; desde Vaihinger con su filosofía del como si y desde los estudios de Korzybski, padre de la semántica general, los sólidos muros de una realidad objetiva, inmutable, igual para todos, se derrumbaron para dar lugar a la idea de que, como sostienen los constructivistas, el hombre construye su propia realidad. Como diría Korzybski, “el mapa no es el territorio”, distinguiendo de este modo una realidad de primer orden y la realidad que nosotros percibimos a través de las limitaciones de nuestro sistema neurológico y las limitaciones de la estructura de nuestro propio lenguaje. Esto, que en principio pudiera parecer limitador, dota al hombre, sin embargo, de una gran libertad: si la realidad que percibimos es una creación de nuestra propia limitación podemos cambiarla puesto que somos nosotros mismos los creadores de dicha realidad.
La Gestalt, la terapia racional-emotiva-conductual, la PNL aplicaron y aplican parte de estos principios en su práctica terapéutica. Los maestros de la Escuela de Palo Alto pusieron de relieve el efecto aparentemente mágico que el lenguaje podía ejercer para cambiar realidades disfuncionales dando origen a lo que P. Watzlawick llamaba “hecho fortuito planificado”.
Así pues, como bien dijo Epicteto “no son las cosas mismas las que nos inquietan sino la opinión que tenemos sobre ellas”. Si cambiamos nuestra opinión sobre las cosas podemos cambiar nuestras emociones y desde este presupuesto trabajan corrientes psicoterapéuticas como la terapia racional-emotiva-conductual de Albert Ellis o la Gestalt, por poner dos ejemplos bien conocidos. Así, por ejemplo, la primera, mediante el razonamiento lógico, intenta ayudar al individuo a cambiar su percepción de la realidad.
La Escuela de Palo Alto descubrió que el cambio está sujeto a una serie de factores que van más allá de la lógica ordinaria y que todos los cambios que se hacen en este nivel incurren en la paradoja de que cuanto más cambiamos algo, más permanece el mismo. Descubrió que existen formas de pensamiento como la paradoja que van más allá de la lógica ordinaria y que no solo pueden ser origen de conductas disfuncionales sino que pueden ser la llave mágica que abra la puerta para un comportamiento adecuado y funcional. La Escuela de Palo Alto y otras escuelas como la Terapia Breve y la Terapia Sistémica han ido evolucionando hasta llegar a la Terapia Breve Estratégica evolucionada en la que la reestructuración, es decir, el cambio de una situación, percepción o conducta disfuncional a otra adaptativa, se hace a través de las experiencia perceptiva correctiva que se consigue, a su vez, a través de una danza cuidadosamente planificada entre el lenguaje de la razón y el lenguaje evocativo y analógico de la sensación. Los antiguos sofistas conocían bien el uso de la metáfora, de los ejemplos, de las historias, de los aforismos, entre otros recursos, para persuadir, para llevar a las personas a ver la realidad con ojos distintos. El cambio que se opera a través de esta danza sutil entre argumentación y persuasión lleva a la persona a cambiar su percepción de la realidad a un nivel tan profundo como el neurológico, en un proceso autopoiético. El uso adecuado del lenguaje transforma así a la persona, de forma profunda,llevándole a usar sus propios recursos y a construir una nueva realidad, una que es suya.
La forma en que vemos las cosas determina nuestra realidad. De este modo el terapeuta a través de una aparente magia lleva al individuo hacia una percepción de la realidad más adecuada. Giorgio Nardone, dentro del diálogo estratégico, ha dado y permitido una aplicación sistemática de diferentes herramientas, en el contexto de la entrevista terapéutica, como son las paráfrasis, los resúmenes, las preguntas, las redefiniciones, cuidadosamente estudiadas y con intención estratégica, que permiten, como si de magia se tratara, cambiar el marco perceptivo de la persona respecto a su problema.
Valga como ejemplo, el caso del paciente con ataque de pánico que, a través de preguntas perfectamente diseñadas para producir el efecto deseado, es decir, la reestructruación del sistema perceptivo reactivo del paciente, descubre que cada vez que huye del objeto temido constata que esta huida le confirma en su incapacidad de hacer frente a su problema y que poco a poco le va hundiendo cada vez más en él en lugar de alejarlo de sus redes. Del mismo modo, el paciente obsesivo descubre que el control con el que pretende defenderse del mundo, finalmente le hace perder el control, o la paciente que vomita después de comer comprende que ha quedado atrapada en una búsqueda del placer que la lleva a vomitar sin poder evitarlo. Estas reestructuraciones llevadas a cabo a través del diálogo estratégico y de las prescripciones llevan a la persona a una reestructuración de su realidad, a un cambio profundo a través de una nueva experiencia cognitiva, emocional y experiencial.
Para resumir, la reestructuración de la forma en que el individuo contempla la realidad es el objetivo de la terapia breve estratégica evolucionada. A través de un uso cuidadosamente planificado y eficiente del diálogo con el paciente, este experimenta una nueva forma de percibir la realidad y, en consecuencia, una nueva forma de vivir, más adaptativa y satisfactoria. Es la danza de las palabras que acompañan a la persona a una nueva realidad construida por ella misma a partir de una nueva forma de percibir y experimentar esta.
“No hay nada que pase por el intelecto que no pase antes por los sentidos” como decía Sto. Tomás de Aquino, una afirmación que adelanta en varios siglos las conclusiones que son posibles gracias a las técnicas científicas más avanzadas, y que, como han demostrado los estudios de estudios de A. Damasio sobre el "factor somático", el sentimiento y el pensamiento están estrechamente relacionados entre sí y con el cuerpo, lo que puede llevarnos todavía más atrás en el tiempo y dar validez científica a lo que ya afirmaba Antifontehace cientos de años:
"No existe nada que no pueda ser curado con las palabras"
Esta cita de Marcel Proust ilustra bien la esencia de lo que hoy vamos a considerar aquí: la reestructuración.
El concepto de reestructuración adquiere diferentes matices según hable un arquitecto, un físico, un terapeuta o bien se considere desde la perspectiva de un grupo humano, como la familia, o se hable de un objeto material. En psicoterapia podemos decir que reestructurar significa cambiar el propio marco conceptual o emocional en el que se experimenta una situación y situarla dentro de una estructura que aborde lo mismos hechos de un modo mejor, cambiando por completo el sentido de los mismos.
Desde el punto de vista de la etimología, el verbo reestructurar apunta a la idea de modificar la estructura, bien sea de algo material, como un edificio, o bien de algo abstracto como podría ser un proyecto. Conlleva pues la idea de cambio estructural.
Podemos cambiar un objeto, un proyecto también, pero cabe hacerse la pregunta ¿es posible cambiar la realidad? El siglo XX supuso una auténtica revolución para el concepto de realidad. Desde la cibernética y las premisas de Heinz von Foerster, que sentó las bases del constructivismo radical; desde Vaihinger con su filosofía del como si y desde los estudios de Korzybski, padre de la semántica general, los sólidos muros de una realidad objetiva, inmutable, igual para todos, se derrumbaron para dar lugar a la idea de que, como sostienen los constructivistas, el hombre construye su propia realidad. Como diría Korzybski, “el mapa no es el territorio”, distinguiendo de este modo una realidad de primer orden y la realidad que nosotros percibimos a través de las limitaciones de nuestro sistema neurológico y las limitaciones de la estructura de nuestro propio lenguaje. Esto, que en principio pudiera parecer limitador, dota al hombre, sin embargo, de una gran libertad: si la realidad que percibimos es una creación de nuestra propia limitación podemos cambiarla puesto que somos nosotros mismos los creadores de dicha realidad.
La Gestalt, la terapia racional-emotiva-conductual, la PNL aplicaron y aplican parte de estos principios en su práctica terapéutica. Los maestros de la Escuela de Palo Alto pusieron de relieve el efecto aparentemente mágico que el lenguaje podía ejercer para cambiar realidades disfuncionales dando origen a lo que P. Watzlawick llamaba “hecho fortuito planificado”.
Así pues, como bien dijo Epicteto “no son las cosas mismas las que nos inquietan sino la opinión que tenemos sobre ellas”. Si cambiamos nuestra opinión sobre las cosas podemos cambiar nuestras emociones y desde este presupuesto trabajan corrientes psicoterapéuticas como la terapia racional-emotiva-conductual de Albert Ellis o la Gestalt, por poner dos ejemplos bien conocidos. Así, por ejemplo, la primera, mediante el razonamiento lógico, intenta ayudar al individuo a cambiar su percepción de la realidad.
La Escuela de Palo Alto descubrió que el cambio está sujeto a una serie de factores que van más allá de la lógica ordinaria y que todos los cambios que se hacen en este nivel incurren en la paradoja de que cuanto más cambiamos algo, más permanece el mismo. Descubrió que existen formas de pensamiento como la paradoja que van más allá de la lógica ordinaria y que no solo pueden ser origen de conductas disfuncionales sino que pueden ser la llave mágica que abra la puerta para un comportamiento adecuado y funcional. La Escuela de Palo Alto y otras escuelas como la Terapia Breve y la Terapia Sistémica han ido evolucionando hasta llegar a la Terapia Breve Estratégica evolucionada en la que la reestructuración, es decir, el cambio de una situación, percepción o conducta disfuncional a otra adaptativa, se hace a través de las experiencia perceptiva correctiva que se consigue, a su vez, a través de una danza cuidadosamente planificada entre el lenguaje de la razón y el lenguaje evocativo y analógico de la sensación. Los antiguos sofistas conocían bien el uso de la metáfora, de los ejemplos, de las historias, de los aforismos, entre otros recursos, para persuadir, para llevar a las personas a ver la realidad con ojos distintos. El cambio que se opera a través de esta danza sutil entre argumentación y persuasión lleva a la persona a cambiar su percepción de la realidad a un nivel tan profundo como el neurológico, en un proceso autopoiético. El uso adecuado del lenguaje transforma así a la persona, de forma profunda,llevándole a usar sus propios recursos y a construir una nueva realidad, una que es suya.
La forma en que vemos las cosas determina nuestra realidad. De este modo el terapeuta a través de una aparente magia lleva al individuo hacia una percepción de la realidad más adecuada. Giorgio Nardone, dentro del diálogo estratégico, ha dado y permitido una aplicación sistemática de diferentes herramientas, en el contexto de la entrevista terapéutica, como son las paráfrasis, los resúmenes, las preguntas, las redefiniciones, cuidadosamente estudiadas y con intención estratégica, que permiten, como si de magia se tratara, cambiar el marco perceptivo de la persona respecto a su problema.
Valga como ejemplo, el caso del paciente con ataque de pánico que, a través de preguntas perfectamente diseñadas para producir el efecto deseado, es decir, la reestructruación del sistema perceptivo reactivo del paciente, descubre que cada vez que huye del objeto temido constata que esta huida le confirma en su incapacidad de hacer frente a su problema y que poco a poco le va hundiendo cada vez más en él en lugar de alejarlo de sus redes. Del mismo modo, el paciente obsesivo descubre que el control con el que pretende defenderse del mundo, finalmente le hace perder el control, o la paciente que vomita después de comer comprende que ha quedado atrapada en una búsqueda del placer que la lleva a vomitar sin poder evitarlo. Estas reestructuraciones llevadas a cabo a través del diálogo estratégico y de las prescripciones llevan a la persona a una reestructuración de su realidad, a un cambio profundo a través de una nueva experiencia cognitiva, emocional y experiencial.
Para resumir, la reestructuración de la forma en que el individuo contempla la realidad es el objetivo de la terapia breve estratégica evolucionada. A través de un uso cuidadosamente planificado y eficiente del diálogo con el paciente, este experimenta una nueva forma de percibir la realidad y, en consecuencia, una nueva forma de vivir, más adaptativa y satisfactoria. Es la danza de las palabras que acompañan a la persona a una nueva realidad construida por ella misma a partir de una nueva forma de percibir y experimentar esta.
“No hay nada que pase por el intelecto que no pase antes por los sentidos” como decía Sto. Tomás de Aquino, una afirmación que adelanta en varios siglos las conclusiones que son posibles gracias a las técnicas científicas más avanzadas, y que, como han demostrado los estudios de estudios de A. Damasio sobre el "factor somático", el sentimiento y el pensamiento están estrechamente relacionados entre sí y con el cuerpo, lo que puede llevarnos todavía más atrás en el tiempo y dar validez científica a lo que ya afirmaba Antifontehace cientos de años:
"No existe nada que no pueda ser curado con las palabras"