Bandler y Grinder mencionan el caso de una paciente (participante en una sesión de grupo), cuyo síntoma consistía en que no podía decir "no". Como es fácil de imaginar, esta incapacidad le causaba problemas vitales estereotípicos que iban desde dejarse explotar en lo material, hasta el ámbito de lo sexual. En su concepción del mundo, el decir "no" estaba asociado a múltiples consecuencias catastróficas. Al parecer, cuando era niña se negó una vez a quedarse en casa con su padre; cuando regresó lo encontró muerto. Y, desde entonces, temía las consecuencias mágicas de toda negativa y las evitaba.
En la sesión de grupo, el terapeuta le prescribió un síntoma al pedirle que negara algo a cada uno de los presentes. Ella rechazó la sugerencia, casi invadida por el pánico: "No, me resulta completamente imposible decir "no" a otra persona". El terapeuta insistió en su petición y la paciente siguió rechazándola en términos cada vez más vehementes y obstinados. Solo al cabo de unos minutos de esta interacción advirtió que - sin que se produjera ningún tipo de consecuencias catastróficas - acababa de negar algo, a saber, se había negado a decir no y que , conseguido este objetivo, no había ocurrido nada.
(El lenguaje del cambio. Técnica de comunicación terapéutica. Paul Watzlawick)
En la sesión de grupo, el terapeuta le prescribió un síntoma al pedirle que negara algo a cada uno de los presentes. Ella rechazó la sugerencia, casi invadida por el pánico: "No, me resulta completamente imposible decir "no" a otra persona". El terapeuta insistió en su petición y la paciente siguió rechazándola en términos cada vez más vehementes y obstinados. Solo al cabo de unos minutos de esta interacción advirtió que - sin que se produjera ningún tipo de consecuencias catastróficas - acababa de negar algo, a saber, se había negado a decir no y que , conseguido este objetivo, no había ocurrido nada.
(El lenguaje del cambio. Técnica de comunicación terapéutica. Paul Watzlawick)