Elegir un buen terapeuta es una importante decisión. Nuestro bienestar futuro depende en gran medida de la decisión que tomemos a este respecto. Un buen terapeuta nos ayudará a modificar aquello que nos produce malestar y que nos lleva a pedir ayuda profesional; un mal terapeuta no lo hará. ¿Cómo podemos orientarnos para tomar una decisión correcta? En primer lugar, debemos evitar algunos errores. El siguiente decálogo nos evitará perder tiempo y recursos económicos en el mejor de los casos y un empeoramiento o cronificación de nuestro malestar en el peor.
- 1. No aceptar sin más un diagnóstico en términos técnicos sin una explicación que aclare los motivos que llevan al terapeuta a dicha evaluación diagnóstica. Evitar ser patológicamente etiquetado.
- 2. - Requerir indicaciones terapéuticas claras y concretas. Evite ser engañado en interpretaciones llenas de humo.
- 3. Si algo no está claro para usted o si no le gusta, solicite una aclaración hasta su completa satisfacción. Es el terapeuta quien está a su servicio, no usted al suyo.
- 4. - Ponerse de acuerdo con el terapeuta sobre los objetivos terapéuticos que deben alcanzarse. Esta es una manera de hacerle cumplir con sus responsabilidades como terapeuta.
- 5.- Pedir un pronóstico, obviamente probabilístico, de la duración de la terapia. Así tendrá un parámetro de fiabilidad de la efectividad de la terapia.
- 6. Evitar ser objeto de demasiados cumplidos, así como no aceptar que te denigren constantemente. Los cumplidos son agradables, pero no te curan, las denigraciones a veces pueden ser útiles, pero si son constantes solo te empeoran.
- 7. Evaluar, en términos concretos, los cambios obtenidos y comunicar sus evaluaciones al terapeuta. De este modo lo obligará a hacer lo mismo. No perderse en su teoría, sin considerar los hechos concretos.
- 8. Ante cualquier indicación terapéutica, evaluar con el terapeuta, de manera crítica, los costos y beneficios esperados. Una pequeña indicación terapéutica puede ser suficiente y ser innecesaria una gran intervención que puede incluso perjudicar.
- 9. Si después de algún tiempo (tres o cuatro meses) no nota ninguna mejoría, cambiar la terapia o el terapeuta, o ambos. Si un método no produce ninguna mejoría en unos pocos meses, hay serias dudas sobre su eficiencia. Una terapia que no funciona, si se posterga, termina induciendo un deterioro.
- 10. Comenzar el tratamiento con terapias que supongan riesgos y peligros más bajos, que disminuyan los costos existenciales; solo en el caso de que estos no produzcan resultados, se recurre a métodos más potentes. Tenga en cuenta que la máxima terapéutica es conseguir mucho a través de poco. Hay muchas formas de terapia psicológica y psiquiátrica. Entre estas hay intervenciones más o menos arriesgadas. Es fundamental empezar la terapia con aquellos tratamientos que, si no curan, al menos no dañan.