El problema viene cuando percibimos algo como un peligro que no lo es realmente, o cuando infravaloramos nuestros recursos para hacerle frente y esto nos bloquea o nos hace evitar situaciones que, de no percibirlas de ese modo, podríamos superar sin dificultad.


Si la percepción de la situación es proporcional al peligro que esta representa, nuestro sistema nervioso generará una respuesta funcional que nos protegerá y el miedo que sentimos será útil porque nos guiará en la dirección adecuada: la lucha si evaluamos que tenemos recursos para hacerle frente, o la huida si consideramos que el peligro nos supera. Si nuestra percepción del peligro es desmesurada y no se corresponde con la peligrosidad de la situación, nos llevará hacia la huida, hacia la evitación que, de este modo empieza a conformarse como un problema y no como una respuesta adaptativa que nos ayuda a superarnos y a sobrevivir.
Las terapias farmacológicas actúan sobre la respuesta fisiológica, es decir, sobre los cambios que nuestro sistema nervioso produce en nuestro organismo para hacer frente al peligro, pero no actúan sobre nuestra percepción de la realidad, verdadera clave del asunto. El problema no quedará definitivamente resuelto hasta que la percepción distorsionada no sea capaz de ajustarse de nuevo a la realidad. |
Como dijo F. Pessoa: "Llevo conmigo las heridas de las batallas que he evitado"